Al anochecer nos acercamos al borde de la ruta y jugamos al suicidio. Es genial. Nos divertimos mucho.
Cuando vemos venir las luces de un auto nos escondemos y esperamos a que esté lo suficientemente cerca. Entonces, uno de nosotros se convierte en liebre y salta al medio de la ruta. La mayoría de la gente intenta frenar y evitar el choque. Pero es imposible. El sonido que hacen los neumáticos es espectacular. Unos metros más adelante se detienen, bajan del auto y regresan corriendo para ver al pobre animalito atropellado y entonces hay que ver sus caras cuando descubren que no es una liebre lo que han atropellado. ¡Como nos reímos!
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