La noche previa al día de la ejecución el condenado sueña que él es el verdugo y que el verdugo es el condenado a morir en la horca. En su sueño no quiere matar a ese hombre que lo mira con resignación, pero sabe que debe hacerlo. Quisiera poder ayudarlo pero la situación demanda que cumpla con su trabajo. Cuando está a punto de tomar la palanca se despierta. Los guardias lo conducen al cadalso y le ponen la soga al cuello. Antes de que todo acabe el condenado gira la cabeza y mira con resignación al verdugo que lleva el rostro cubierto por una capucha negra. Sin embargo, se le puede ver una marca roja que le rodea el cuello.
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