Thursday, March 22, 2012

El dedo de la profesora Márquez

El dedo de la profesora Márquez no es un dedo como cualquier otro. Hay quienes dicen que cada parte de una persona es una imagen fiel de la totalidad del ser, que en cada pedacito de nuestro cuerpo se repite nuestra persona. El dedo de la profesora Márquez contiene a la profesora Márquez, su personalidad y su historia. Ese dedo ha dejado huellas profundas en la vida de decenas de hombres y mujeres. Ha sabido rozar la piel, la suya propia la más de la veces, y en menos ocasiones la de los hombres que conoció. Es un dedo que ha recorrido las listas de nombres y apellidos cada mañana mientras pasaba lista a los jóvenes que asistían a la clase de literatura de la profesora Márquez en el Colegio Nacional. Siempre supo encontrar en los extraños designios del azar a aquel o aquella que no había leído tal o cual libro o no había terminado la tarea a tiempo. El dedo de la señora Márquez solía ser un dedo inquieto, repiqueteaba en la mesa mientras algún desafortunado intentaba convencer a la eminente profesora de que había estudiado lo suficiente para aprobar el examen, el más difícil de pasar en todos los años del bachillerato. Ese mismo dedo era el que señalaba el camino hacia la puerta y decía “será la próxima”. El dedo de la profesora Márquez siempre fue perfecto, incuestionable. No se le conoció anillo alguno ni jamás se le vio la uña pintada.  Pero lo que finalmente significó un quiebre en la historia de la profesora Márquez fue que ese dedo, su dedo, fue en un momento un dedo acusador. El que indicó, sin posibilidad de equívoco alguno, a la culpable de haberle metido la mano en el maletín para quedarse con unos pocos pesos. Fue ese dedo el que humilló a María Reyes, estudiante de primer año y la condenó a la vergüenza. El dedo de la profesora Márquez quedó grabado en los ojos invadidos de lágrimas de María quien esa noche soñó con dedos gigantes aplastándola como a una pulga. Tal vez por eso al día siguiente cuando vio que el dedo de la señora Marquez se elevaba sobre ella se abalanzó sobre la vieja profesora y se lo arrancó de un mordisco.

Friday, March 2, 2012

De cómo me enteré que vivía en un laberinto

Nunca me había dado cuenta de que vivía en un laberinto, hasta el momento en que al doblar en una esquina me encontré frente al Minotauro.
No se sorprendió de verme allí, en realidad creo que se sintió algo incómodo. Si en lugar de doblar a la derecha hubiera girado a la izquierda como solía hacerlo siempre ese encuentro jamás hubiera sucedido. Pero sucedió, y ya que estábamos ahí, uno frente al otro, tan cerca que podía sentir su olor a transpiración, no tuve mejor idea que decirle ¡Hola! ¿qué onda? El Minotauro se tomó la cabeza, maldijo su suerte y resignado se recostó contra la pared. Estás en mi laberinto me dijo. Me sonreí y al principio creí que era un minotauro desquiciado. Pero luego empezó a explicarme y lo hizo tan bien y con tanta sinceridad que al fin entendí que aquella ciudad en la que yo había crecido no era más que un laberinto de donde sólo algunos afortunados habían logrado salir. ¿Y entonces?, le pregunté al Minotauro. Entonces, nada, me dijo. Vos hacé lo tuyo que yo voy a tratar de seguir con lo mío. Esto era mucho mejor cuando estaba solo. Solía disfrutar de estar encerrado. Pero ahora con tanta gente, ya no tiene gracia.
Me dio mucha lástima ver así a ese pobre demonio así que lo invité a tomar una cerveza con unos amigos. Le dije que estaba seguro que no había problema que no se pudiera resolver con una buena borrachera. Finalmente aceptó de tanto insistirle. Los muchachos lo aceptaron en seguida. Y le dieron ánimos. Bueno, no todos. A Teseo no le cayó nada bien. No cree ni un poquito en lo que dice el Minotauro sobre que invadimos su laberinto. Teseo es un racista y un discriminador. Se cree muy macho porque toma clases de jujitsu. Además le molestó que su novia Ariadna no le quitara lo ojos de encima a los brazos musculosos de la bestia. 
Yo levanté mi copa y brindé por el laberinto, al Minotauro le volvieron a brillar los ojitos, como si de a poco fuera reencontrándose con la felicidad.
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