Saturday, April 28, 2012

Friday, April 20, 2012

El juego del suicidio

Al anochecer nos acercamos al borde de la ruta y jugamos al suicidio. Es genial. Nos divertimos mucho. 
Cuando vemos venir las luces de un auto nos escondemos y esperamos a que esté lo suficientemente cerca. Entonces, uno de nosotros se convierte en liebre y salta al medio de la ruta. La mayoría de la gente intenta frenar y evitar el choque. Pero es imposible. El sonido que hacen los neumáticos es espectacular. Unos metros más adelante se detienen, bajan del auto y regresan corriendo para ver al pobre animalito atropellado y entonces hay que ver sus caras cuando descubren que no es una liebre lo que han atropellado. ¡Como nos reímos!

Saturday, April 14, 2012

Un cuento no policial


El cuento no policial carece de los elementos principales de la narrativa policial: la figura de un investigador, -un detective, un comisario o una vieja curiosa que se mete en lo que no le importa.- la presencia de un enigma, sospechosos, y desde luego el/los culpables. En el cuento no policial nadie investiga, nadie le dedica dos segundos de su tiempo a resolver un crimen. Tampoco hay enigma ni incertidumbre alguna, y es lógico pues si no hay  un investigador tampoco hay enigma que salga a la luz. Si un árbol cae en medio del bosque y nadie lo oye ¿cayó realmente? Si a un tipo como Ernesto le disparan en la cabeza en medio de la calle y nadie se interesa en saber qué pasó ¿le dispararon realmente? En los cuentos policiales suele haber sospechosos con suficientes motivos para matar a la víctima. Acá no. En el cuento no policial sólo hay transeúntes ocasionales, vecinos chismosos, gente, muchedumbre, la masa, nadie. Entonces, sin enigma, sin sospechosos, sin investigador, el culpable no existe. En el cuento no policial la búsqueda de un culpable resulta innecesaria para la reconstrucción de la historia. La ausencia de estos elementos fundamentales de la ficción policial reafirman la imposibilidad de incorporar a la historia de Ernesto en la prestigiosa categoría de cuento policial. Esto desde luego genera consecuencias indeseadas a la hora de poder entender lo que le pasó a Ernesto. Se sabe que Ernesto recibió tres balazos en la cabeza en medio de la calle cuando salía de su casa y punto. Es un típico cuento no policial, una producción estética propia de la decadente posmodernidad que toma como punto central de la construcción narratológica el desinterés por la cosa humana. El cuento no policial no es transgresor, es decadente, desanimado, escrito por el solo acto de juntar palabras para llenar espacios y repetir un molde hueco por dentro. Esta historia, la de Ernesto, no es un cuento policial, es la vida de Ernesto y por ende solo atañe a Ernesto, (que está muerto) o a lo sumo a su viuda, que llora con desconsuelo junto a su cadáver que aun chorrea los últimos restos de sangre.

En el cuento no policial el elemento principal, único para ser más preciso, es la ineludible presencia de la víctima. Es la víctima en su destellante soledad la que ocupa el centro de la escena, la que fundamenta, sostiene y alimenta con su cuerpo y con su sangre a la historia en su conjunto. Pero la víctima es víctima sólo en el presente, el estado natural de la víctima es el efímero presente pues en el pasado no era víctima era otra cosa, una inexistencia para el cuento no policial. Es el crimen el que le da existencia, el que la hace visible por un instante, sin esto la víctima es nada, o mejor dicho es apenas Ernesto. Por ello el cuento no policial solo existe en la inmediatez del tiempo presente, a diferencia del cuento policial que es una mera reconstrucción del pasado. El pasado de Ernesto no importa pues antes de que alguien le disparara tres tiros en la cabeza en medio de la calle al salir de su casa Ernesto no existía. Ahora existe, muerto.
En este cuento no policial no hay desafio alguno para el lector, no tiene sentido adelantarse y leer el final para develar el enigma, que no existe. No hay pistas falsas que conduzcan el razonamiento hacia otra parte, no hay pistas ciertas que pasen desapercibidas para el ojo entrenado. No. No hay nada de eso porque al cuento no policial no le interesa mantener atrapado al lector en una trama hipócrita y artificial. El cuento no policial no narra una historia, la escupe. Por eso nadie con un poco de sentido común contaría la historia de Ernesto como un cuento policial y si lo hiciera el relato sería inverosímil. Lo cierto es que a Ernesto le dispararon tres veces en la cabeza al salir de su casa. La policia jamás llegó porque en el Barrio de Ernesto la Policía no entra. El barrio entonces es también no policial. Nadie tomó fotos, nadie interrogó a posibles testigos, ni se llenaron interminables formularios. Eso ocurre en la ficción o en una realidad paralela, paralela a la ruta que divide el barrio de Ernesto del resto de la sociedad donde sí se narran historias policiales. Para Ernesto no hay cuento policial por la simple razón de que su hisotria no encaja en los moldes ortodoxos de la literatura. Para Ernesto entonces hay una no literatura, un cuento no policial. Como tantos, Ernesto terminó tirado en la calle. Ese es el final recurrente en un cuento no policial. En el cuento no policial no hay crímenes perfectos ni imperfectos. Solo crímenes que saben a cotidianeidad. La misma idea de crimen se cuestiona en el cuento no policial. A veces es apenas algo que le pasó a alguien a una hora determinada. Un hecho inevitable en el destino de quienes viven de este lado de la ruta. Ahora el hijo de Ernesto anda armado. No trata de averiguar quien mató a su padre porque está seguro de saberlo desde siempre. Ni bien se lo cruce en el barrio le va a pagar tres tiros en la cabeza. Pero esa es otra historia, otro cuento no policial.

Monday, April 2, 2012

Guerra

Y los soldados se levantaron de sus tumbas y volvieron a pelear aquella guerra sin fin.
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