Thursday, July 1, 2010

Como pudimos sobrevivir...



Dedicado a los chicos de la barra del barrio ferroviario.Y a todos los que vivieron aquella epoca y nunca fueron al psicólogo.

La verdad es que no sé como hemos podido sobrevivir.
Fuimos la generación de la “espera”. Nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando. Teníamos que hacer dos horas de digestión para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para poder descansar, nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, y hasta los dolores se curaban esperando.

Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos:

 Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad ni airbag. Hacíamos viajes de 10-12 horas con cinco personas en un SEAT 600 y no sufríamos el síndrome de la clase turista.
 No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas a prueba de niños.
 Montábamos en bicicleta sin casco, y más tarde en moto sin papeles.
 Los columpios eran de metal y con esquinas en pico.
 Jugábamos a ver quien era el más bestia.
 Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que habíamos olvidado los frenos.
 Jugábamos al “churro va” y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales.
 Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle.
 Nadie podía localizarnos. No había móviles.
 Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables.
 Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina y unos puntos. Nadie a quien culpar, sólo a nosotros mismos.
Tuvimos peleas y nos “esmorramos” unos a otros y aprendimos a superarlo.
Comíamos dulces y bebíamos refrescos pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.
Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber y nadie se contagió de nada

Quedábamos con los amigos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a las chapas, a la escondida, al rescate…, en fin, tecnología de punta.
Íbamos en bici o andando hasta casa con los amigos y llamábamos a la puerta. Sin pedir permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel, ¿Cómo lo conseguimos?
Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de fútbol.
Bebíamos agua directamente de la canilla, sin embotellar, y algunos incluso chupaban la canilla de las fuentes públicas.
Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la escopeta de perdigones, antes de ser mayores de edad y sin adultos. ¡¡ Dios mío!!
En los juegos de la escuela no todos participaban en los equipos, y los que no lo hacían tuvieron que lidiar con la decepción.
Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repetían curso…¿Qué horror, no inventaban exámenes extra!
Veraneábamos tres meses seguidos, y pasábamos horas en la playa sin crema de protección solar, sin clases de vela, de paddle o de golf, pero sabíamos construir fantásticos castillos de arena con foso y pescar con arpón.
Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, no en un chat diciendo “:)” “:D” “:P”.
Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.


Si nosotros fuimos tan felices con esa infancia, ¿Por qué no dejamos que nuestros hijos la tengan igual?


Autor desconocido

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