Al diablo es muy difícil atraparlo. Se oculta tras mil y una caras. Huye viajando en cuerpos diferentes. Actúa y escapa. Contamina y huye. Se hace invisible y de repente despliega toda su maldad, sin contemplaciones, sin darnos tiempo para reaccionar.
Ahora mismo, aturdido, Lucas se enfrenta al espejo y se pregunta si no se hallara invadido por él. En el suelo, la sangre de su mujer y sus hijos, inundan sus zapatos y el revolver cómplice de sus actos. No le quedan más balas. Pero sí una ventana en el octavo piso.
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