Tras superar una serie de escaramuzas, el cazador sorprende a su presa y quedan enfrentados. Él a punto de soltar la flecha de su arco y ella, preparada para iniciar la huida. Por un segundo, quizá menos, quedan paralizados, aguardando el desenlace. Mientras, nada se mueve alrededor. Ni los pájaros del bosque, ni las hojas de los árboles, ni el viento, ni las nubes en el cielo. El mismo cielo que cubre a dos enamorados en un banco del parque, a punto de darse su primer beso. Por un segundo, quizá menos, quedan también paralizados, mirándose a los ojos, aguardando el desenlace.
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